lunes, 16 de abril de 2012

Míos

Viajamos por un ensueño eterno de nubes rasgadas por los dedos de un niño que nació entre tormentas de pétalos de azahar. Nada tiene sentido a primera vista, pero a medida que nos acercamos, todo parece encajar. Y cuando casi alcanzamos a tocarlo, descubrimos que lo que tenemos delante no es sino una quimera carente de realidad.

Grito tu nombre, y mis palabras rebotan por los corredores infinitos que nos separan. Tras cada puerta, un anhelo, un deseo, un delirio, un recuerdo. Pero todas ellas están cerradas a cal y canto. Son inexpugnables e inaccesibles.

En la inmensidad verde de la naturaleza te sé distante, como distante te supe en las últimas pugnas de nuestros labios sedientos. En la negrura espesa que me refugia y me latiga con jirones de verdad sombría, comprendo que jamás saciaré mi hambre. Y tendré que buscarle de nuevo, liberarle de las cadenas que lo someten, y arrancar del destierro la esencia de aquel al que, por temor, siempre te negaste a conocer.

Una vez libre, alzará sus manos al sol. Su cuerpo desnudo, glorioso y exultante tras el final de su cautiverio, brillará más que el propio astro. Y con su voz melódica llorará y reirá al mismo tiempo. Desafiará a todos los poderes, pensándose todopoderoso, o quizás, sintiendo que no le queda nada que perder.

Por supuesto nadie acudirá a atender el desafío y, mostrándose invicto y radiante, se dirigirá hacia mí. Se acercará a pasos cortos, sin pudor alguno pese a su desnudez. Y yo correré a su encuentro, carente de toda voluntad. Porque lo único que necesitaré en esos instantes, será que sus ojos gélidos y analíticos, sus labios carnosos hechos para morder y escupir la verdad, y su rostro de depredador cincelado en un bloque de seguridad, sean míos. Solo míos.

domingo, 1 de abril de 2012