sábado, 31 de diciembre de 2011

Viajero

Viajero, sigue tu camino. Sabes tan bien como yo que aquí tampoco eres bien recibido. ¿Por qué lo haces? No entiendo por qué sigues viajando. ¿Qué buscas? No seas estúpido. Te conoces tan bien como yo mismo te conozco. Puedes recorrer cada rincón de este mundo lleno de luces y de sombras y, ¿sabes qué?, seguirás viajando, porque no vas a encontrar nada. Nunca. Jamás.

Viajero, una noche más te encuentro en los senderos tortuosos que cruzan el Bosque de las bestias que susurran. ¿Las oyes? Una noche más, viajero, hablan de ti, de tu viaje, de cuan infructuoso es, de lo poco que les agrada tu compañía. ¿Por qué debería? Solo estas de paso, como siempre. Pronto, te marcharás, y nadie va a recordarte. ¿En cuántos corazones has grabado tu nombre? A cualquier serpiente le sobrarían dedos para contarlos. Eres un mero espejismo, un fantasma, un destello. No eres de ninguna parte, y a ninguna parte llegarás, pues para ti, viajero, no hay descanso.
Puedes clavarme de nuevo tu puñal. Ya no me duele. ¿No sabías que las lágrimas al alba forjan armaduras teñidas de tempestad?

Puedes usarme una vez más. Si es lo que quieres. No queda nada que puedas robarme. Lo siento, pero mis sentimientos están fuera de stock.

Puedes llamarme cuantas cosas quieras. Tu voz, angelical y agridulce, no es para mí sino una  sinuosa música que se desliza acariciando mi  cuerpo lleno de cicatrices, marcas a fuego de tus miradas llenas de desprecio.

Puedes abandonarme. Acabar con todo. ¿Desde cuando tienes compasión? Ese no es tu estilo.  Sería 
demasiado compasivo para ti. Una mujer capaz de hacer llorar a los océanos de versos quemados que componen las almas de aquellos que osaron nadar en las profundas aguas de tu mirada.

No puedes destruir mi corazón. Puedes pisar los cristales de nuevo, por supuesto, pero les queda poco para  volver a ser arena. No queda nada que no hayas arrasado ahí dentro. Lo siento, pero hace tiempo que lo tomaste  todo para devolvérmelo hecho añicos.

No puedes maltrarme más con la presencia de tu sonrisa. La curva de tus labios bastaba para que brotaran en mí un compendio de sentimientos de color verde. Verde como los campos en primavera que adornan tu rostro cuando me miras. Verde como la envidia que sentirían las diosas al contemplar los montes que componen tu cuerpo. Se me clavaba en el alma cada vez que la borrabas, y clamaba a la Luna en constante movimiento por volver a verla tan solo un segundo más…  

No puedes olvidarme. Al igual que no puedo olvidarte. Has nacido para ser mi condena. He nacido para ser tu condenado.

No puedes matarme, pues por ti estoy muerto en vida.

No puedes hacer que deje de amarte. Simplemente, no puedes.

Dicen que el mar trae recuerdos de sal

Dicen que el mar trae recuerdos de sal.
¿Qué importan si las gaviotas, volando
feroces hacia ellos, dovarando
sueños los llenan de plumas y mal?

Rugen las olas que quieren volar,
pues siempre, inquietas, andan esperando
un beso de las estrellas que brillando
alumbran la tristeza azul del mar.

Quisiera creer que un día vendrá
a lomos de un caballo gris de espuma
el dios al que espero, espada en mano.

Ente de mis lágrimas que tendrá
mis  sueños marchitos ya, y la bruma
que cubre las ilusiones, en vano…