lunes, 23 de enero de 2012

Solo te queda esperar.

Y de nuevo las alondras acuden
a la tumba de aquel poeta muerto.
Los fuegos se apagaron hace tiempo.
Tan solo queda hielo en el infierno.
Se oye el sonido seco y discordante
de la última canción de unos labios
que no conocerán sino silencio.
Y las estrellas siguen titilando.
Que no me importa las veces que digas
que no quieres que sigamos al viento.
Las flores solo son para los muertos.
La soledad para los olvidados.
¿Y qué más da si mañana no hay sol?
Los dientes de león ya se secaron.
No queda nada que puedas matar.
La luna se deja caer, de nuevo.
¿Por qué creía saber de amor
cuando no sé absolutamente nada?
¿Por qué no somos sino dos luceros
en un cielo de luces yermas, mustias?
Me gusta tu capucha de tinieblas.
¿De qué te escondes, es de la locura?
Que en un mundo atestado de rencores
no nos queda sino empuñar el arma.
Aullas cual lobo a los astros nocturnos.
Eso es el filo del mundo. Caerás.
¿No te gusta cuando la noche te toca
y te hace hundirte entre jirones negros?
De nuevo sabes que no queda nada.
Solo te queda esperar, angel mío.
Eres una luz que ya no ilumina.
Pobre ángel. Solo te queda esperar.

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