viernes, 27 de enero de 2012

Y ahora, ¿qué?

¿Por qué me miras de nuevo con esos ojos tuyos? Tu mirada se me clava como mil agujas que buscan el centro de mi misma naturaleza. Tus ojos. Esos ojos tuyos, del color del tañido de una campana que toca a muerto, del color del suspiro de un poeta enamorado de la aurora otoñal, de la expiración de aquellos que murieron por unos ideales mancillados.

No puedo soportarlo. Sabía que tenías razón, y tú también lo sabías. Y aún así sigues mirándome. Tu sonrisa se enrosca alrededor de mí como una serpiente inexorable, atrapa mi cuerpo y lo convierte en una sinfonía de sinsentidos carente de toda realidad. Eres como una centella, como una luz negra que ciega a los marineros que surcan el mar de la monotonía rota. Como una señal en una encrucijada. Pero tú, amigo mío, tú no eres una señal buena. Tú nos llevas al precipicio de la locura, y allí nuestras alas brotan bajo la mirada de cada cuerpo celeste, y surcamos el cielo de nuevo, en busca del mañana, olvidando el ayer para volver a encontrarlo.

Y al encontrar al fin nuestro futuro, vacío, incierto, añoramos nuestro pasado, seguro, arraigado, y nos olvidamos entonces, mi pequeño ángel carente de un cielo al que volver, que no es sino el presente el objeto sobre el que posar nuestra atención inquieta. No es sino el hoy, amigo mío, donde debemos vivir. No es sino el momento donde encontrarás aquello que buscas. Porque quizás el mañana se torne, a medida que se acerca, una quimera llena de espinas imprevistas. Porque quizás, las maquiavélicas criaturas que pueblan nuestra mente, arrancaron los hierbajos de las praderas de lo vivido, esperando atraer a los caminantes incautos para dirigirlos a su irremediable final.

Y ahí estás tú, de nuevo. Con esos ojos del color del arpegio final de un concierto para piano, del color de la sensación de saberse en el hogar, del color de la añoranza por el hogar perdido. Ahí estás tú. Y aquí estoy yo. Aquí estamos. Y ahora, ¿qué?

No hay comentarios:

Publicar un comentario