viernes, 22 de junio de 2012

¿A dónde voy?

No sé qué sentir cuando el hielo y el fuego chocan, se unen, y bailan al son del frenético vals de la cuerdas de un violín que se rompen cuando el violinista comprende que no hay vuelta atrás. Cómo entender que el viento susurra tu nombre, cuando los árboles, al escucharlo, rien, y en su danza sinuosa me hacen ver que ese nombre no será para mí sino una melodía lejana, una música en si bemol mayor, por supuesto. Una sonata que trae dolor a mi alma.

Aquí, sobre este mar verde, no siento sino un vacío enorme. Aquí, bajo esta cúpula negra y estrellada no siento sino una profunda desorientación.

Y al levantarme, ¿a dónde voy? ¿Debo seguir el sendero que me lleva de vuelta a la agonía del pasado? ¿Debo acaso caminar sin rumbo fijo, a impulsos, a tientas, a la aventura? ¿Debo por el contrario guiarme por las estrellas embusteras que susurran las letras de tu nombre, que tejen en el tapiz de mi ilusión falsas y vanas esperanzas? ¿Debo esperar aquí hasta que el sol abrasador nazca de nuevo un día más, y con su fuego, con su luz me muestre que todo es una farsa? ¿Que estoy donde empecé, sin nada, vacío, sin camino?

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