miércoles, 20 de junio de 2012

Plumas oscuras

Cómo saber hablar con la cadencia del látigo hecho de olas y sin sentidos que latiga a mi alma ilusa. Cómo saber aguantar las acometidas de mi mente retorcida, de mis esperanzas serpenteantes, de mi estupidez que, a ratos, toma el timón para dirigirme a las rocas con las puntas hechas de sueños imposibles. ¿Y no me doy cuenta? ¿Tan estúpido soy?

Y al final no tengo cojones para mirar a la demencia a la cara y pedirle que baile conmigo, o que se esfume hacia el sol ardiente del olvido. No puedo hacer otra cosa... Me sumerjo en ella con el más masoquista de los instintos. ¿Qué estas haciendo, cazador? Me dejaste desamparado, y jamás imaginé que extrañaría el sonido de tu cuerno de esta forma. Y, ¿qué estoy haciendo yo?

Plumas oscuras.
Un alféizar de piedra.
Y no despiertas.

Y sigo en mi obstinación, siguiendo el camino que me marca la brújula de la autodestrucción. Me adentro en las tinieblas que tejieron su nombre, buscando unas palabras etéreas que sé que jamás nacerán de sus labios. Viajo a lomos del corcél azul de la melancolía, guiándome con los mapas dibujados por la pluma de la apatía. Y en el horizonte, ¿qué alcanzo a vislumbrar? Rabia. Rabia. Rabia. Y luego, un perfecto vacío carmesí. Porque necesito un maldito punto y aparte que no llega. Necesito detener este torrente que fluye de mi esencia.

¿No te das cuenta?
El silbar de las flechas.
Sé como el humo.

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