Ahora
entiendo a aquel que murió de sed en el estanque. No es posible tocar
las estrellas, pues en su titilar intermitente, nos despistan,
desconciertan, desorientan. Y mientras tanto tu clamas por salir,
gritando mientras golpeas los agrietados barrotes de tu prisión de ébano
negro. Te contengo a duras penas, haciendo acopio de toda mi fuerza de
voluntad. Cuanto tiempo aguantaremos así? Solo la luna lo sabe.
Y
mientras la noche y el dia se confunden, mientras mezclan sus esencias
para fundirse en la misma cosa, veo como el capricho del destino me
otorga una nueva máscara. No, me niego a soportar su carga. No soy capaz
de escuchar las gaviotas que sobrevuelan las playas de la unión
simbiótica perfecta. Su sonido se me clava en el alma (y me pregunto
como queda espacio para que se me claven más cosas).
En
mitad de la nada. Ahí es donde pueden encontrarnos ahora mismo. En el
más profundo vacío, aislados sin más compañía que la del dolor
ocasional. Sabes tan bien como yo que no queríamos llegar a este punto.
¿Por qué lo has permitido? No quería volver al pozo del que tanto nos
costó salir (aunque ahora dudo que alguna vez saliéramos). ¿Por qué lo
has permitido?
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