lunes, 6 de febrero de 2012

Contradicción

Tus manos se alzan, buscando el cielo salpicado de pájaros de plumas del color de las azucenas. El arcoiris que divide el horizonte en dos es como la serpiente sin cabeza de tus sueños, sueños llenos de dientes de león, y de una luna llena resplandeciente, que aparta la oscuridad nocturna como si de un velo se tratase. Llueve de nuevo sobre mojado, y los cristales empañados reciben de nuevo las gotas que nacen en los ojos de algún ángel que siente lástima de ti, pequeña criatura descarriada. Tu camino se torció hace tiempo, se tornó una sierpe díscola que se arrastra sin rumbo por un destino incierto.

El aroma que aspiro es el hedor de la muerte, ¿sabes por qué, verdad? Las campanas de la torre de la plaza que llevaba tu nombre llama a la misa de difuntos. Los niños juegan usando la cabeza de un dios muerto como balón. ¿Puedes verlo? Aún en la muerte sonríe, pobre ser inconsciente. Sus cabellos se arrastran por la acera cada vez que los niños chutan con sus piernas hechas para caminar en un mundo emponzoñado por su existencia. Y las campanas lanzan su tañido una vez más, y las ánimas, al escucharlo, se retuercen, recordando la época en la que eran niños, y jugaban en la plaza pateando cabezas de dioses muertos.

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