viernes, 17 de febrero de 2012

No consigo entender...

Parece que no lo conseguimos. Siempre nos creemos al otro lado de la valla, y cuando miramos a nuestro alrededor, comprendemos que aún no hemos saltado. Estamos encerrados aquí dentro, y no hay posibilidad de escapar. Lo siento, pero nos quedamos aquí hasta que alguien se atreva a meter la llave en la cerradura. Esperemos que los gritos no le asusten, no sería muy apropiado.

Mira que te tengo dicho que no dibujes amapolas, que los destellos del sol en el agua estival saben a los labios de un primer beso. Siempre te digo dónde está enterrado, y cómo desenterrarlo, pero tú sigues con tu testarudez. Elevas tu telescopio al cielo, pretendiendo saber a qué huelen los sollozos de los vientos que fueron desterrados. Los expulsaron del palacio de cristal donde serpientes y arañas bailan al son de los dedos de nuestro dolor, que repiquetean en el frío mármol de una escalera de caracol que sube hasta la falsa felicidad que tejieron para nosotros con hilos de hipocresía de color magenta.

Sube conmigo, incluso te dejaré las riendas de mi carro tirado por dos sonrisas, una sincera y otra teatral. ¿Sabrías distinguirlas? Sí, eso es, la sincera es la que tiene un lunar en el lomo. La otra tiene las patas blancas, y se encabrita si se cruza con alguna culebra. Conduce, y llévanos más allá del arcoíris en blanco y negro que alguna vez pudimos acariciar con las manos cubiertas por guantes de látex. Guíanos por los caminos tortuosos de la confusión que pueblan estos bosques hechos de te quieros apresurados y de versos malgastados y quemados bajo la luz de una lámpara de gas.

Que no quiero sino romper las ataduras que nos unen a las alas de las palomas negras que quieren picarle los ojos al cadáver de nuestra musa, a la que una vez conocimos por los siete nombres secretos de la verdad, que no quiero sino sentirme fuera de esta caja de plástico en la que me encerraron junto a una quinta no tan justa como debería, que no quiero sino sentir una mirada como la mía, una mirada sincera, y poder, por fin, cerrar los ojos. Poder, por fin, descansar. 

Y que todo sea una explosión de pétalos ardiendo en el aire, volando en espiral a nuestro alrededor, porque las espirales no son sino principios seguidos de finales seguidos de principios, y eso es lo que quiero, un bucle en el que perderme contigo o sin ti, un lugar del que no salir ni para coger aire, un lugar del que desear escapar, dejando solo llamas tras de mí. 

Y sin embargo, te quiero.


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