lunes, 6 de febrero de 2012

Renacimiento

Y una vez más, ya ves, angel mío, hemos renacido bajo el abrazo de la luna. Llena. Blanca. Dadora de vida. Entre el abrazo de los árboles que se yergen como milenarios centinelas que fueron testigos de amores, desamores, de esfuerzos y de sueños por llegar. Sobre el manto de la tierra que se llena de nuevo de vida completando el ciclo. Sobre un océano de hierba verde. Sumergidos en un mar de caos, de sentimientos que pugnan entre sí, que se chocan, que luchan con armas que lanzan chispas incandescentes. Se baten en duelo, pero no hay ganadores, pues todos pierden.

Y una vez más renacemos, angel mío. Una vez más volvemos a nuestra misma esencia, de donde jamás debimos salir. Una vez más volvemos a la soledad de nuestra alma, a la plenitud en nosotros mismos. Y una vez más debemos elegir. Porque jamás elegimos la senda correcta. Siempre nos decantamos por la más tortuosa, la más cenagosa, la más complicada, creyendo, en nuestra más febril ignorancia, que el camino más largo siempre lleva al mejor lugar. ¿No sería más fácil adentrarnos en los caminos de la sencillez, de la simpleza? Claro que no. Sabes que eso no va con nosotros. Somos personas complicadas. Nos gustan los retos. Y sin embargo, todos los acabamos perdiendo.

Nos preguntamos hacia dónde dirigirnos ahora. La respuesta es fácil. Nos dirigimos hacia donde siempre vamos, a ninguna parte. Caminamos dando tumbos, contemplando cuanto a nuestro alrededor acontece, impasibles, neutrales, como si fuéramos un espectro que se pasea en un tiempo que ya no le corresponde, como si fuéramos un turista de paso, como si fuéramos una mera sombra del pasado.

Caminamos por los senderos de luz, cegados por la oscuridad que contemplamos en el horizonte. Nos cruzamos con mil tipos de almas, pero ninguna nos place. Ninguna la sentimos como espejo de la nuestra, pues sabemos que jamás crearon un par para ella. No importa cuanto busquemos, no importa cómo nos sintamos, sabemos que simplemente no la hallemos, puesto que no puede encontrarse lo que no existe.

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